jueves, 10 de abril de 2014

Cena de empresa

Ayer pasó por la peluquería y se alisó los rizos dorados, lleva vaqueros azules y blusa blanca.

- Eres inseguro -dice.

Deja el gintonic sobre la barra para buscar torpemente el tabaco en el bolso atestado de cachivaches.

- Y eso que hoy no me he traído la maleta como tú la llamas -masculla.

Se alza triunfante con un paquete de marlboro light y me ofrece un cigarro y me pide fuego y se acerca a mi con el cigarro apretado entre los labios y los ojos entrecerrados. Suelta el humo y se queda pensativa intentando retomar el hilo de la conversación, pero es imposible.

- Creo que el único político de verdad es Felipe González -proclama.

Yo asisto a la escena en la misma condición que el cenicero, la butaca o el vaso de cristal: estoy. Ella desbarra de un tema a otro con el mismo aire aturdido con que pierde la mirada entre la gente, la vuelve a enfocar sobre mi para a continuación volver a vagar por el escenario.

Siempre he deseado matarla, pero ahora que tengo la ocasión me siento incapaz. Cada minuto de todos los anteriores a esta noche me ha parecido la soberbia sobre piernas, todas las armas de mujer concentradas en su sonrisa. Sin embargo el alcohol ha debido diluir el maquillaje de su máscara, a la tercera copa me parece frágil y quebradiza, y sigue siendo increíblemente bella, quizás más. Ahora es al revés, daría la vida por ella.

Miro su anillo y siento que estoy cruzando una Puerta Ignota que sólo puede conducir a Frustración, pero es tan irresistible, y tengo tan poco que perder, que me dejo arrastrar hacia la nada, y sonriendo.

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